Me casé muy joven, apenas sabía nada, no había tenido ningún novio y cuando él habló con mis padres para pedirme en matrimonio me sentí halagada porque me habían educado exclusivamente para casarme. Pronto comenzaron los problemas, mi marido es muy celoso, eso al principio incluso me gustaba, me parecía una prueba de amor, pero poco a poco la relación se fue deteriorando. Mi casa, que debía ser mi santuario, se ha convertido en mi lugar de sufrimiento donde soy torturada a diario. Él, después de una escena violenta, siempre me pedía perdón y me prometía que iba a cambiar, yo lo creía, pero eso nunca ha pasado. Hoy he perdido la inocencia y la fe, sé la vida que me espera en el futuro y aguanto.

INOCENCIA
© TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS