Me había puesto una mordaza de desprecio y anulación que me impedía hablar. Las muchas amenazas, insultos, golpes y humillaciones hacían que me sintiera indefensa y me mostrara sumisa y al servicio de mi torturador. Hoy he cortado mi mordaza y he roto la dominación que sobre mí ejercía un hombre que se había creído siempre con derecho a esclavizar a su mujer, que era su propiedad. Sin embargo, hoy creo que me maltrataba sólo por el hecho de ser mujer y, al ser hombre, creerse superior a mí.

PALABRAS
© TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS