Estuve ciega, al principio de nuestra relación ya debí darme cuenta de su comportamiento violento, cada vez él se volvía más agresivo, buscaba y encontraba motivos de conflicto en cada situación, pero yo no le veía. Donde había insultos yo veía celos y, por tanto, amor. En las humillaciones sólo veía su interés por mi superación, cuando llegaron las amenazas preferí seguir ignorando la situación y me mentí una vez más. Su desprecio y su indiferencia me produjeron sentimientos de culpa e indefensión y así él aumentaba su dominación sobre mí. Muchas voces me advirtieron sobre el peligro que estaba corriendo, pero yo seguía ciega, y ese es el peor error que he podido cometer.

CEGUERA
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