Al principio estaba aturdida y confundida, negaba las agresiones psíquicas que sufría, que con el tiempo fueron físicas y por ello más evidentes, pero les quitaba importancia. Pensaba que era la única culpable de sus ataques y seguía viendo aspectos positivos en mi agresor. Me avergonzaba de mí misma, me sentía apática y no tenía interés por nada. Un día me di cuenta del tipo de relación que estaba viviendo y reaccioné, vi que había sido engañada, pisoteada y violentada. En ese momento la tensión se hizo tan grande que grité con todas mis fuerzas y logré salir de ese estado de violencia en el que mi agresor sólo buscaba controlarme, dominarme y robarme la voluntad.

GRITO
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